San Ignacio - Colegio San Ignacio
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San Ignacio

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Nació el 24 de octubre de 1491 en el castillo de Loyola en Azpeitia, población de Guipúzcoa, cerca de los Pirineos. Hijo de don Bertrán, señor de Oñaz y de Loyola, jefe de una de las familias más antiguas y nobles de la región y de Marina Sáenz de Licona y Balda.

Iñigo (pues ése fue el nombre que recibió el santo en el bautismo) fue el más joven de los ocho hijos y tres hijas de la noble pareja. 

En la guerra de España contra los franceses, estos atacaron la fortaleza de Pamplona, donde se desempeñaba Ignacio como soldado. Fue herido de gravedad, estuvo al borde de la muerte e iniciada su recuperación fue larga su convalecencia, lo que le  obligó a tener un retiro forzoso en la casa nobiliaria de Loyola, donde no pudiendo encontrar libros de caballería con que entretenerse, tuvo que aplicarse a la lectura de “La Vida de Cristo” y “La Vida de los Santos”, que le llevaron a “detenerse a pensar” y a determinar su conversión.

Restablecido de su enfermedad, y con deseos de ir a Jerusalén, pasó por el pueblo de Manresa, donde permaneció unos once meses en plan de oración, ayunos y penitencias, a lo largo de los cuales experimentó vivencias que fueron, en parte, el núcleo fundamental de sus Ejercicios Espirituales.

Años después, Ignacio llega a la Universidad de París donde realizó algunos estudios de Teología y en donde, con los Ejercicios, logró la conversión de algunos de sus compañeros, con los que posteriormente fundaría la Compañía de Jesús.

Todo lo aprendido en sus vivencias, lo quiso comunicar escribiendo los Ejercicios Espirituales, gran legado dejado a la Compañía de Jesús y a la Iglesia universal.

Los Ejercicios Espirituales, se inician con una precisión del “sentido de la vida”, que San Ignacio denomina Principio y Fundamento; contienen anotaciones sobre metodología de la oración y reglas de discernimiento que son la versión escrita de sus propias vivencias en el proceso de conversión. Pero, en su esencia, los Ejercicios Espirituales son la contemplación de la Vida de Cristo que Ignacio, por razones metodológicas, divide en cuatro etapas que llama “semanas”.